Publicación
de la Habana Periódico El lince viernes 1 de febrero de 1811
Narciso y Gregorio de Cuba |
Ingeniosos recursos de un ventrílocuo
Mr.Brodeau, literati de mucho crédito
del siglo XVl nos ha dejado una relación muy curiosa del favorable partido que
un ventrílocuo, llamado Luis Brabante, que servía a Francisco 1º de Francia en
la clase de ayuda de cámara, supo sacar en varias ocasiones de su habilidad en
el ejercicio de aquella arte. Era este un joven de buen nacimiento, pero de
escasos recursos, y habiendo tenido la desgracia de enamorarse de una señorita
hermosa y heredera rica, recibió crueles desaires de la misma, y una negativa
absoluta de sus padres, cuyas miras se dirigían a un punto más elevado, pero la
ceguedad de su amor, y la esperanza que nunca abandona aun al hombre más
miserable, mantenían en todo su vigor aquella ardiente pasión, si bien debía
desahogar la amargura de sus penas, por no exponerse a una despedida violenta
si insistía en sus ruegos.
Ocurrió a este tiempo la muerte del
padre de la señorita, de cuya circunstancia trató brabante de valerse en su
provecho. Habiendo pasado a hacer una visita de duelo a la viuda, que no
tenía la menor idea de la habilidad ventriloquial del aspirante a la mano de su
hija, aguardó el momento más favorable de alma y silencio, y cuando la hubo
preparado a recibir impresiones de duendes y aparecidos con discursos relativos
al futuro destino de los que fallecen, hizo oír gemidos y lamentos como si
partiesen de algún ser invisible.
Asustada la viuda con aquel ruido
inesperado, prestó atentamente su oído, y percibió con claridad las siguientes
palabras: “Da nuestra hija en matrimonio a Luis Brabante: este es un mozo rico
y de carácter excelente. ¡Ojalá yo no hubiera sido tan caprichado en negársela
y me habría ahorrado las penas que estoy sufriendo en el purgatorio!, No hay
otro medio para librarme de este tormento que la pronta celebración de este
santo enlace. No rehúses este alivio a mis padecimientos, alivio que coincidirá
perfectamente con la felicidad de nuestra hija, pues no es posible hallar un
marido mejor la convenga.
Atónita quedó la viuda con estas
palabras, y más cuando fijando atentamente la vista sobre el futuro yerno,
única persona que se hallaba en la habitación, no observó el menor movimiento
es sus labios en el acto de proferirse aquellas voces, ni su sonido indicaba
que salieran de cerca sino de algún hondo subterráneo, cuando por motivo alguno
podía tener la menor idea de tamaño artificio. Así, pues, cuanto más meditaba
en todas las circunstancias de aquel caso extraordinario, más se confirmaba en
la idea de que el alma de su marido era la que había venido del otro mundo a
comunicarle las citadas prescripciones, y por lo yanto sin titubear le concedió
la mano de su hija, pues no de otro modo podía tranquilizar su conciencia y
llevar a mejor vida a su difunto.
Ajustado ya este matrimonio, le faltaba
al ingenioso Bramante un elemento muy preciso, tanto para sostener por algún
tiempo sus imposturas, como porque no quedase desmentida una parte muy esencial
de la embajada del otro mundo que consistía en las………(ilegible)………………………………………
Siendo su estado muy triste y precario,
y estando limitados sus recursos al sueldo de su empleo.
En su consecuencia dirigió todas sus
miras hacia un judío de León de Francia llamado Cornuto, que a fuerzas de
usuras y bellaquerías había acumulado inmensos bienes, y de quien había sabido
que se hallaba asaltado de continuos escrúpulo de conciencias, efecto de las
trampas, fullerías, y pérfidos manejos a que se había dedicado toda su vida.
Fiado en esta última circunstancias, que
debía favorecer prodigiosamente sus designios, Trató Bramante de entrar en
relaciones íntimas con el opulento israelita, lo que consiguió con su
hipocresía y artificios, cuando creyó que era tiempo oportuno de dar principio
a su industrioso plan, se dirigió a hacer una cariñosa visita al viejo usurero,
y en lo mejor de una conversación mística y compungida en que Bramante pasaba
en revista todos los padecimientos de la raza hebráica, y los prodigios del
antiguo testamento, deteniéndose en los sucesos que más debían lisonjear a su
gustos e inclinaciones, hozo una transición como por incidencia hacia los
demonios, espectros y penas de los condenados, pintando con tan vivos colores
los tormentos eternos de los que habían perdido la gracia del señor por sus
robos, estafas, usuras y demás crímenes, que el pobre judío se puso a temblar
como un azogado.
Aprovechándose Bramante de este momento
tan favorable, recurrió a todo el esfuerzo de su habilidad ventriloquial, y
dejo percibir clara y distantemente una voz semi-sepulcral, que pronunció las
siguientes palabras llenas de todo el énfasis que me mejor pudiera conmover el
encallecido corazón del viejo israelita: “Cornuto si conservas algún recuerdo
del padre que te dio el ser, de quien heredaste una parte de tus riquezas, y
que te enseñó el modo de adquirir las demás que constituyen tu opulencia, no
desoigas su voz, y alivia sus penas.
Mi ciego amor hacia ti, y mi afán por
dejarte inmensos bienes, me hicieron descuidar el ejercicios de obras de
misericordia, a esta falta imperdonable debo los inauditos tormentos que estoy
sufriendo en el purgatorio, tú puedes proporcionarme la salida de este lugar de
martirio para gozar de la bienaventuranza eterna, dedica una parte de tus
bienes a obras piadosas, y siendo una de la más meritorias la redención de
cautivos, da a Luis Bramante, que se halla destine a tan laudable objeto.
Atónito quedó el usurero Cornuto, y no
fingió estarlo menos Bramante, el cual en todo este tiempo había permanecido
estático sin hacer el menor movimiento con sus labios, que era la parte
principal de su deslumbradora habilidad. Este fue sin embargo el que rompió el
silencio confesando misteriosamente que era cierta su dedicación en
auxilio de los pobras cautivos, en los cuales invertía todos los fondos
de que podía disponer y que bendecía la mano del cielo que había servirse de un
agente tan oscuro y sin mérito, cual él reconocía, para tan piadoso designios.
El usurero judío, naturalmente sospechoso como lo son todos los de su creencia
y profesión, no cedió tan pronto a las excitaciones de aquella milagrosa
visión, sino que pidió un día de termino para pensarlo, y así mismo otra
aparición igual en la mañana siguiente en despoblado, para que pudiera
convencerse de que aquellos eran avisos del cielo y no intrigas profanas para
arrancarle su dinero.
Fue por lo tanto citado Luis Bramante
para un sitio aislado en el medio del campo, sin que a mucha distancia hubiera
edificio alguno, ni arboles ni aun matorrales, por temor de que sobre dichos
objetos pudieran establecerse tubos de comunicación, u otros emisarios o
conductores de la voz humana. Esta extraordinaria precaución y desconfianza del
judío hizo que el ventrílocuo hubiese de apelar a todos los recursos de su
ingenio y habilidad, a fin de que por ningún título pudiera ser descubierta su
portentosa travesura.
Habiéndose reunido en el punto que creyó
el judío podía ser más seguro, empezó Bramante a poner en juego su habilidad de
un modo admirable. Por cualquier parte que Cornuto volvía la vista le
parecía oír sollozos, gemidos, tristes quejas y voces lastimeras, tan semejante
a lo que se cuenta de las almas del otro mundo, ya que no pudo menos que
convenir que había sido real y verdadera la visión del día anterior, y lo que
acabó de vencerlo fue la aglomeración repentina de infinidad de voces que aun
tiempo lloraban, y rogaban no fuera sordo a sus plegarias, pues no de otro modo
salvaría de aquellas penas y angustias no solo a su desgraciado padre, sino a
toda la familia, pues que todos estaban sufriendo por igual causa, a saber: por
su falta de caridad mientras fueron habitantes de otro mundo.
Ya no puedo resistir más el duro corazón
de Cornuto tantos ataques dados contra su bolsa, ya que le parecía que todos
los patriarcas y profetas del antiguo y nuevo testamento iban a caer sobre él
por su impiedad y falta de religiosa devoción, y que no podía hallar ni en esta
ni en otra vida sino miseria, ruina y tormentos, si prontamente no daba
ejecución al mandato divino, así, pues, volvió sin aliento a su casa, pálido y
desencajado, huyendo de aquellas lúgubres y sepulcrales voces que lo perseguían
por todas partes, pues que bramante tenia buen cuidado de no interrumpir su
diabólico diálogo sino los momentos necesarios de tomar algún aliento, y de
dirigir a Cornuto algunas palabras consolatorias en un tono natural, para
mantener por este medio más viva la ilusión y desvanecer mejor toda clase de
desconfianza.
Apenas hubo penetrado por los umbrales
de la puerta de Cornuto, abrió este su caja y entregó al hábil y astuto
ventrílocuo diez mil pesos bien contados, con los cuales quedó habilitado el
famoso juglar para celebrar sus bodas con lujo y ostentación.
¡Cuántos habrá que desearían tener el
raro talento ventriloquial!, sino para ejercer trampas y fullerías
pecuniarias, a lo menos para humanizar la fiereza de ciertos corazones, y
alcanzar la blanca y preciosa mano de damas esquivas, y el consentimiento de
padres soberbios y ambiciosos. ¡Cuántos tratarían de derribar por este
medio las altas barreras que los separan de la posición de algún objeto
demasiado encumbrado! Empero no estamos ya en el siglo XVl, y no había de ser
tan fácil en el día ejercer con igual fortuna esta clase de truhanerías.
Un abrazo, a mis colegas del Círculo Ventrílocuos
Argentinos, CIVEAR.
Narciso Alfonso de Cuba