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martes, 19 de febrero de 2013


Publicación de la Habana Periódico El lince viernes 1 de febrero de 1811

Narciso y Gregorio de Cuba
Ingeniosos recursos de un ventrílocuo
Mr.Brodeau, literati de mucho crédito del siglo XVl nos ha dejado una relación muy curiosa del favorable partido que un ventrílocuo, llamado Luis Brabante, que servía a Francisco 1º de Francia en la clase de ayuda de cámara, supo sacar en varias ocasiones de su habilidad en el ejercicio de aquella arte. Era este un joven de buen nacimiento, pero de escasos recursos, y habiendo tenido la desgracia de enamorarse de una señorita hermosa y heredera rica, recibió crueles desaires de la misma, y una negativa absoluta de sus padres, cuyas miras se dirigían a un punto más elevado, pero la ceguedad de su amor, y la esperanza que nunca abandona aun al hombre más miserable, mantenían en todo su vigor aquella ardiente pasión, si bien debía desahogar la amargura de sus penas, por no exponerse a una despedida violenta si insistía en sus ruegos.
Ocurrió a este tiempo la muerte del padre de la señorita, de cuya circunstancia trató brabante de valerse en su provecho. Habiendo pasado a  hacer una visita de duelo a la viuda, que no tenía la menor idea de la habilidad ventriloquial del aspirante a la mano de su hija, aguardó el momento más favorable de alma y silencio, y cuando la hubo preparado a recibir impresiones de duendes y aparecidos con discursos relativos al futuro destino de los que fallecen, hizo oír gemidos y lamentos como si partiesen de algún ser invisible.
Asustada la viuda con aquel ruido inesperado, prestó atentamente su oído, y percibió con claridad las siguientes palabras: “Da nuestra hija en matrimonio a Luis Brabante: este es un mozo rico y de carácter excelente. ¡Ojalá yo no hubiera sido tan caprichado en negársela y me habría ahorrado las penas que estoy sufriendo en el purgatorio!, No hay otro medio para librarme de este tormento que la pronta celebración de este santo enlace. No rehúses este alivio a mis padecimientos, alivio que coincidirá perfectamente con la felicidad de nuestra hija, pues no es posible hallar un marido mejor la convenga.
Atónita quedó la viuda con estas palabras, y más cuando fijando atentamente la vista sobre el futuro yerno, única persona que se hallaba en la habitación, no observó el menor movimiento es sus labios en el acto de proferirse aquellas voces, ni su sonido indicaba que salieran de cerca sino de algún hondo subterráneo, cuando por motivo alguno podía tener la menor idea de tamaño artificio. Así, pues, cuanto más meditaba en todas las circunstancias de aquel caso extraordinario, más se confirmaba en la idea de que el alma de su marido era la que había venido del otro mundo a comunicarle las citadas prescripciones, y por lo yanto sin titubear le concedió la mano de su hija, pues no de otro modo podía tranquilizar su conciencia y llevar a mejor vida a su difunto.
Ajustado ya este matrimonio, le faltaba al ingenioso Bramante un elemento muy preciso, tanto para sostener por algún tiempo sus imposturas, como porque no quedase desmentida una parte muy esencial de la embajada del otro mundo que consistía en las………(ilegible)………………………………………

Siendo su estado muy triste y precario, y estando limitados sus recursos al sueldo de su empleo.
En su consecuencia dirigió todas sus miras hacia un judío de León de Francia llamado Cornuto, que a fuerzas de usuras y bellaquerías había acumulado inmensos bienes, y de quien había sabido que se hallaba asaltado de continuos escrúpulo de conciencias, efecto de las trampas, fullerías, y pérfidos manejos a que se había dedicado toda su vida.
Fiado en esta última circunstancias, que debía favorecer prodigiosamente sus designios, Trató Bramante de entrar en relaciones íntimas con el opulento israelita, lo que consiguió con su hipocresía y artificios, cuando creyó que era tiempo oportuno de dar principio a su industrioso plan, se dirigió a hacer una cariñosa visita al viejo usurero, y en lo mejor de una conversación mística y compungida en que Bramante pasaba en revista todos los padecimientos de la raza hebráica, y los prodigios del antiguo testamento, deteniéndose en los sucesos que más debían lisonjear a su gustos e inclinaciones, hozo una transición como por incidencia hacia los demonios, espectros y penas de los condenados, pintando con tan vivos colores los tormentos eternos de los que habían perdido la gracia del señor por sus robos, estafas, usuras y demás crímenes, que el pobre judío se puso a temblar como un azogado.

Aprovechándose Bramante de este momento tan favorable, recurrió a todo el esfuerzo de su habilidad ventriloquial, y dejo percibir clara y distantemente una voz semi-sepulcral, que pronunció las siguientes palabras llenas de todo el énfasis que me mejor pudiera conmover el encallecido corazón del viejo israelita: “Cornuto si conservas algún recuerdo del padre que te dio el ser, de quien heredaste una parte de tus riquezas, y que te enseñó el modo de adquirir las demás que constituyen tu opulencia, no desoigas su voz, y alivia sus penas.
Mi ciego amor hacia ti, y mi afán por dejarte inmensos bienes, me hicieron descuidar el ejercicios de obras de misericordia, a esta falta imperdonable debo los inauditos tormentos que estoy sufriendo en el purgatorio, tú puedes proporcionarme la salida de este lugar de martirio para gozar de la bienaventuranza eterna, dedica una parte de tus bienes a obras piadosas, y siendo una de la más meritorias la redención de cautivos, da a Luis Bramante, que se halla destine a tan laudable objeto.
Atónito quedó el usurero Cornuto, y no fingió estarlo menos Bramante, el cual en todo este tiempo había permanecido estático sin hacer el menor movimiento con sus labios, que era la parte principal de su deslumbradora habilidad. Este fue sin embargo el que rompió el silencio confesando misteriosamente que era cierta su dedicación  en auxilio de  los pobras cautivos, en los cuales invertía todos los fondos de que podía disponer y que bendecía la mano del cielo que había servirse de un agente tan oscuro y sin mérito, cual él reconocía, para tan piadoso designios. El usurero judío, naturalmente sospechoso como lo son todos los de su creencia y profesión, no cedió tan pronto a las excitaciones de aquella milagrosa visión, sino que pidió un día de termino para pensarlo, y así mismo otra aparición igual en la mañana siguiente en despoblado, para que pudiera convencerse de que aquellos eran avisos del cielo y no intrigas profanas para arrancarle su dinero.
Fue por lo tanto citado Luis Bramante para un sitio aislado en el medio del campo, sin que a mucha distancia hubiera edificio alguno, ni arboles ni aun matorrales, por temor de que sobre dichos objetos pudieran establecerse tubos de comunicación, u otros emisarios o conductores de la voz humana. Esta extraordinaria precaución y desconfianza del judío hizo que el ventrílocuo hubiese de apelar a todos los recursos de su ingenio y habilidad, a fin de que por ningún título pudiera ser descubierta su portentosa travesura.
Habiéndose reunido en el punto que creyó el judío podía ser más seguro, empezó Bramante a poner en juego su habilidad de un modo  admirable. Por cualquier parte que Cornuto volvía la vista le parecía oír sollozos, gemidos, tristes quejas y voces lastimeras, tan semejante a lo que se cuenta de las almas del otro mundo, ya que no pudo menos que convenir que había sido real y verdadera la visión del día anterior, y lo que acabó de vencerlo fue la aglomeración repentina de infinidad de voces que aun tiempo lloraban, y rogaban no fuera sordo a sus plegarias, pues no de otro modo salvaría de aquellas penas y angustias no solo a su desgraciado padre, sino a toda la familia, pues que todos estaban sufriendo por igual causa, a saber: por su falta de caridad mientras fueron habitantes de otro mundo.
Ya no puedo resistir más el duro corazón de Cornuto tantos ataques dados contra su bolsa, ya que le parecía que todos los patriarcas y profetas del antiguo y nuevo testamento iban a caer sobre él por su impiedad y falta de religiosa devoción, y que no podía hallar ni en esta ni en otra vida sino miseria, ruina y tormentos, si prontamente no daba ejecución al mandato divino, así, pues, volvió sin aliento a su casa, pálido y desencajado, huyendo de aquellas lúgubres y sepulcrales voces que lo perseguían por todas partes, pues que bramante tenia buen cuidado de no interrumpir su diabólico diálogo sino los momentos necesarios de tomar algún aliento, y de dirigir a Cornuto algunas palabras consolatorias en un tono natural, para mantener por este medio más viva la ilusión y desvanecer mejor toda clase de desconfianza.
Apenas hubo penetrado por los umbrales de la puerta de Cornuto, abrió este su caja y entregó al hábil y astuto ventrílocuo diez mil pesos bien contados, con los cuales quedó habilitado el famoso juglar para celebrar sus bodas con lujo y ostentación.
¡Cuántos habrá que desearían tener el raro talento ventriloquial!,  sino para ejercer trampas y fullerías pecuniarias, a lo menos para humanizar la fiereza de ciertos corazones, y alcanzar la blanca y preciosa mano de damas esquivas, y el consentimiento de padres soberbios y ambiciosos. ¡Cuántos   tratarían de derribar por este medio las altas barreras que los separan de la posición de algún objeto demasiado encumbrado! Empero no estamos ya en el siglo XVl, y no había de ser tan fácil en el día ejercer con igual fortuna esta clase de truhanerías.

Un abrazo, a mis colegas del Círculo Ventrílocuos Argentinos, CIVEAR.

                                                                                Narciso Alfonso de Cuba


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