En el escenario aparece un círculo de luz; el público espera, con ansias y ya casi riendo, el número de ventriloquia anunciado en el programa. El Maestro de Ceremonias de voz engolada anuncia "y ahora, señoras y señores, el ventrílocuo Tal y su muñeco... Juan Carlos!". Hummm.... no es muy excitante, verdad? Imagínense ahora que el animador anuncia a"... el ventrílocuo Tal y su muñeco... Petardito!". La cosa cambia, no es así? Es otra la manera en que el público recibe al artista. "Petardito!" piensa la gente, "debe ser un muñeco terrible, desbocado, seguro que le hará pasar las de Caín al pobre ventrílocuo! Va a ser un número divertido!". Y buena parte de la respuesta del público, el aplauso, ya se ganó en ese momento.
Me ha llamado la atención que últimamente parece que los muñecos de ventriloquia no tienen los nombres únicos, rimbombantes, con tanto significado que tenían antes. Es mi impresión, y considero que eso no ayuda al acto, sino que le resta puntos. Me explico: el número de ventriloquia exitoso no es el de aquel artista que controla el movimiento de su boca y nada más. Un acto exitoso es consecuencia de una larga serie de elementos que sumados, constituyen un gran número. Todo lo que tenga que ver con la presentación, desde el vestuario, el maquillaje, la iluminación y el sonido, suma puntos. Lo relacionado con lo artístico, es decir, la elección de un libreto original y bien aprendido, entretenido, dinámico, de efecto, también es algo importantísimo e imprescindible en todo acto de categoría. La técnica del ventrílocuo, su manejo del muñeco y todas las posibilidades mecánicas que el mismo ofrece, son otra parte integral de ese número ideal. Pero un elemento muy importante como es el nombre del muñeco, aparentemente ha pasado a un lugar de menor importancia. Y mi punto es que la elección de un nombre original, único, personalizado, simpático, gracioso, que de alguna manera caracterice al muñeco, es algo que ayuda al ventrílocuo, y lo ayuda MUCHO.
El primer ejemplo que viene a mi mente es el inevitable recuerdo del querido Ricardo Gamero "Mister Chasman". El nombre del muñeco, Chirolita, contrasta en forma dramática con el tan pomposo del "Mister" que lo maneja. Chirolita, chirolas, para quienes no lo sepan, es como se llamaba antiguamente a las moneditas de vuelto, unos centavitos, una nada de dinero, algo sin importancia. Desde luego que tras ese nombre pobrecito venía un muñeco con una personalidad muy fuerte, lo que causaba asombro y risa en el público. Otro ventrílocuo del pasado, Javier Villoldo padre, bautizó a su muñeco con el nombre de Jaimito, el protagonista de mil y un chistes "picantes"; de esta manera el personaje ya estaba definido, muy bien presentado ante la audiencia que sabia lo que podía esperar de semejante personaje de niño precoz, atrevido y pícaro...
Viendo las fotos con nombre de los miembros del CIVEAR distingo algunos nombres que me parecen ideales para los muñecos, por originales, simpáticos, con mucho significado; Bartolito, Picaflor, Caradura, Toscanito, Ñato Lechuga... Nombres que provocan una sonrisa en quien los escucha y ya predisponen al publico y "ayudan" como dije, al ventrílocuo en su presentación. Otros ventrílocuos argentinos del pasado han nombrado a sus muñecos Sacacorchos, Metralla, Cañete. Y aunque la modestia de Miguel no quiera que yo diga esto, agrego a esa lista de nombres el de mi "ahijado", su "hijo" de madera Pascualito, porque no solo Pascual es un nombre gracioso, sino también porque para nosotros los cristianos tiene un significado especialísimo: Pascual viene de Pascua, la fiesta en la que celebramos la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, es un nombre que nos recuerda esa promesa de resucitar en la vida eterna que nos espera...
He conocido algunos ventrílocuos que nombran a sus muñecos con palabras extrañas, nombres que son simplemente unas silabas sin ton ni son, sin gracia ni sentido. "El nombre lo eligió mi hijo/ sobrino/ nieto...". Eso esta bien si uno no piensa actuar más que un par de veces al año en alguna fiesta familiar para los amigos y parientes; pero si el ventrílocuo planea aparecer en escena ante público "verdadero" con cierta frecuencia, el nombre debe ser elegido con mucho más cuidado, la muestra de profesionalismo comienza con el nombre del número.
Entonces, me preguntará el ventrílocuo que recién se estrena, de donde se puede sacar un buen nombre para el muñeco? Bueno, idealmente el nombre reflejara algo de la "realidad" del muñeco, una característica de su personalidad o de su aspecto. Deberá ser un nombre que no necesite de apellido para completarse, que tenga sentido en si mismo, que como mucho se finalizara agregándole "don" o "señor". Deberá ser fácil de pronunciar, fácil de recordar, y en lo posible, original. De donde podemos sacar inspiración entonces?
Los personajes de historietas y tiras de los diarios argentinos del pasado son una fuente inagotable de nombres graciosos, originales y con mucha personalidad. Repasemos juntos algunos títulos en los que figuran nombres ideales para muñecos: "El gnomo Pimentón"; "El otro yo del doctor Merengue"; "Ocalito y Tumbita"; "Batuque"; "Cariseca"; "Jopito y Calvete"; "Capicúa"; "Toxico y Biberón"; "Pelopincho y Cachirula", "El buzo Chapaleo", etcétera...
Digamos que el muñeco es negro; nombres apropiados serian Carbonilla, Alquitrán, Chocolate. Mexicano? Don Frijoles, Don Chapopote. Un niño terrible? Calígula, Rasputín, Pieldejudas. Un personaje sin importancia? Centavitos, Pocacosa, Pavadita. Una solterona que sueña aun con casarse? Doña Suspiros. Un caballero de otra época? Don Polainas. La típica suegra de los cuentos? Doña Tormento. Un individuo de temperamento volátil? Polvorita, Chispita, Dinamita, Terremoto, Bazuka. Uno de temperamento alegre, positivo, optimista? Cascabelito, Burbujita. Un gaucho criollo? Pajarito, Chicharrón.
Los nombres pueden elegirse también por ser opuestos a lo que el muñeco es. Un pícaro podrá llamarse Inocencio; uno muy gordo, Varilla o Grisín. Un muñeco calvo, Melenita. Uno sordo, Buenoido.
Hay ventrílocuos que por alguna razón quieren presentar a sus muñecos como "demasiado humanos". Otros (entre los que me incluyo), encontramos más divertido referirnos con frecuencia en publico a la característica principal del muñeco, que es precisamente esa: ser un muñeco, no un ser humano. En mi opinión, esa actitud refuerza ante el público la habilidad del ventrílocuo, que crea ilusión de vida en lo que en realidad es un objeto inanimado y nada más. En mis diálogos con Napoleón siempre hablamos de sus resortes, sus palancas, su cabeza de cartón, su cuerpo hueco de madera, el corte que sus trajes tiene en la espalda, etcétera. Al menos en mi caso particular estas referencias son muy bien recibidas por el público y muy festejadas. Nombres que reflejan este aspecto del muñeco pueden ser Aserrín, Viruta, Cartoncito, Resortes, Piolines.
Todo esto es simplemente mi opinión, lo que yo considero útil, es que creo que un número de ventriloquia puede enriquecerse con mil y un detalles, y uno de ellos es el nombre de nuestro compañero.
Para quien se pregunte por qué el número que protagonizo se llama "Don Marcelo y Napoleón", le cuento que no lo elegí yo, sino que lo soñé. Si, el nombre del dúo apareció en un sueño, y cuando desperté me pareció el nombre ideal para lo que yo quería hacer como ventrílocuo, así que lo acepte sin protesta. Y es que mi "hijo" de madera me trata como si fuera un emperador! No importa que mi nombre sea precedido por "don", el amo del dúo... es él!
Todo esto es simplemente mi opinión, lo que yo considero útil, es que creo que un número de ventriloquia puede enriquecerse con mil y un detalles, y uno de ellos es el nombre de nuestro compañero.
Para quien se pregunte por qué el número que protagonizo se llama "Don Marcelo y Napoleón", le cuento que no lo elegí yo, sino que lo soñé. Si, el nombre del dúo apareció en un sueño, y cuando desperté me pareció el nombre ideal para lo que yo quería hacer como ventrílocuo, así que lo acepte sin protesta. Y es que mi "hijo" de madera me trata como si fuera un emperador! No importa que mi nombre sea precedido por "don", el amo del dúo... es él!
Don Marcelo y Napoleón